Muy cerca de allí, en la tribu vecina de nagrandanos, el apuesto joven Nagrando robaba el corazón de las muchachas de su clan. Al llegar a la isla los conquistadores españoles, los nativos se refugiaron en las cumbres de los dos volcanes, el Concepción y el Maderas, que sobresalen de Ometepe formando una hermosa silueta. Nagrando y Ometepetl se conocieron por azar una tarde y se enamoraron locamente.
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