Ha pasado tiempo desde que ese niño dejó de jugar a la pelota en el grancanario barrio de Las Mesas y se hizo profesional. Su gol en Krasnodar se convirtió en el empujón definitivo para que el Valencia alcanzara los cuartos de final de la competición, donde con dos más en el estadio de La Cerámica que abrían y cerraban el marcador mostró el camino a las semifinales. Han sobrevivido. No disparan las alarmas.
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